Hablando de
cenizas,
¿cómo va
Ángel?
No sé, pocos
meses,
ya ves, el
tiempo es breve.
Vaya zapatos,
y qué camisa;
hablando de
miseria,
¿qué libro
lees ahora?
No leo libros,
yo paso las
horas,
no las
páginas,
y palpo la negritud
del techo,
ambos árboles
muertos.
¿Qué pasa en
España?
Volvamos mejor
a mi techo:
mil hilos
decoran su superficie,
de memoria los
conozco,
así no preciso
de reloj:
cuento el
tiempo en palmos
y en aullidos.
Eres apestoso,
pero dentro de
cien años
quién no.
Ángel, la
apariencia,
España, mis
lecturas y mi aburrimiento
a oscuras
se disparan y
se ríen
y se mueren y se
disipan
mientras
palpo,
con ternura,
la lámina de
leña
que silencia
mis latidos
sordomudos de nacimiento.
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